martes, 1 de marzo de 2011

Espíritu.



Siempre he sabido que mi naturaleza, o al menos parte de ella, consiste en ayudar a los demás, en mostrarme fuerte, con entereza, con aplomo, irradiando seguridad y confianza para conseguir dar paz. No es que deba pensarlo a la hora de actuar, es que soy así. Otros serán más guapos, más sociables en otros aspectos, más altos o más lo que sea, pero yo soy así, sobre esa cualidad se ha ido construyendo mi alma día tras día.
Me gusta. Me gusta notar que las personas acuden a mí cuando necesitan a alguien, que me pregunten y me tomen en cuenta, que escuchen mis opiniones, que al fin y al cabo me dejen ser esa especie de mini pepita grilla que intenta hacerles la vida más fácil o que les dice las cosas tal y como son.
Adoro la sensación de influir en otras vidas y recibir un abrazo o una sonrisa a cambio, sí... Es impresionante. Aunque a veces necesito un descanso, porque de igual forma que escucho, las cosas también me afectan... aunque deba aparentar que no, aunque siempre me imponga que no se ha de notar.
Y tengo mi maestro, por supuesto, supongo que es evidente que sobre mí está la gran influencia de mi padre. Siempre mi orgullo, mi modelo. Y también heredé de él la cualidad inversa, es decir, la torpeza a la hora de expresar lo que yo siento, lo que a mí me está afectando, los problemas que he de solucionar. Si se trata de los demás todo es más fácil, siempre hay una espada preparada para cualquier lucha, y también su respectivo escudo. Pero si se trata de mí... se me podría llamar baúl. Por suerte yo he encontrado a la persona, la única persona, que posee la llave de ese baúl y la única persona a su vez que yo deseo y necesito que la tenga, que me abra, que me lea, que conozca todos y cada uno de mis escondites. Y sin él estaría perdida. Puede que incluso me conozca mejor que yo misma, y eso también es impresionante... Poder dejarme ser completamente en él, liberarme en su alma, desatar las cuerdas de mis propias imposiciones y... ser libre, ser yo, ser él...

Pero cuando encuentro un obstáculo que no puedo solucionar, cuando veo en el mundo todas las injusticias que no pueden someterse bajo la justicia, cuando observo con mis ojos la hipocresía, el egoísmo, la soberbia, cuando no puedo ni siquiera plantear una vía de, aunque ya no sea salvación, al menos sí de lucha... me veo inservible, impotente, pequeña, enfadada, con rabia, con dolor, con sólo lágrimas en vez de acciones. Y me planteo si ciertamente existe la bondad humana, o la Bondad en sí; Y me pregunto por qué un niño puede no poder conocer la etapa adulta mientras otros en esa etapa adulta asesinan a otras personas o se dedican a escupir sobre los seres humanos; Y lloro; y lloro; y lloro... De rabia, sobretodo de rabia. Y de dolor, sobretodo de dolor.
Sus ojos, esos ojitos, no deben cerrarse antes de tan siquiera haber madurado y haber visto... Aunque quizá por otra parte han visto demasiado.

Y no es justo... No es justo...
Y yo no puedo hacer nada...

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