miércoles, 21 de marzo de 2012

Parte I de partes.

Pues sí. No me importa, ¿qué esperabas? Después de todo, siempre dijiste que no habría un después, y al final fue tu todo. Ironías del destino, o del no. ¡El no! Qué sencillo parece cuando es uno mismo quien lo entona, ¿verdad? Pero ya no suena bien cuando lo escuchas de unos labios que sólo debían, para ti, para tu ego, entonar síes de vinagre hasta vomitar de empacho. Y ahora te mareas tú, y vomitas excusas, y perdones que huelen a martes marchitos y treces tatuados a golpes en las piernas, e incluso en la cara.
Qué necio. No, qué débil.
¿Fue el segundo día que lo hiciste cuando descubriste que te sentías superior? ¿O quizá el primero? Seguro que fue el primero. Tú, tan alto, tan guapo, el primero en la escuela, en el fútbol, en la universidad. Sí, fue el primero, estoy segura. Y yo tu segunda, tu renuncia, tus puños, mientras los golpes formaban moratones que escribían palabras con tinta imborrable en todo lo que no era cuerpo.

Llueve.

Te ríes de la gente que vive en un mundo con perpetuas lluvias. Dices que son unos falsos alternativos, unos puretas del estilo del momento, aunque el estilo se base en no tener estilo.
Te ríes de los que hacen poesía gris y hablan de paredes, de oscuridad, de lejanía y de muerte. -¡Cómo si no hubiese otra cosa sobre la que escribir poesía!-
Te ríes, te has reído hoy, de los poetas con cara de página amarilla, corroída por la monotonía, y que además tienen ausencia de párpados para soñar.
Te ríes de ellos. Y sin embargo hoy, mientras entonaban sus versos de cocodrilo, sus paisajes arrasados por sí mismos, su punto de vista sin punto de vista, hoy, decía, cuando escuchabas vagamente sus voces de fondo, tú también eras un poco de lluvia, de esa que no termina de caer, que se mantiene en los nubarrones grises hasta que escampa.
Y sentiste ganas de escribir sobre ello a pesar de las críticas, a pesar de ti misma, a pesar de todo. Y al final lo hiciste.Y ahora estás lloviendo mientras soplas nubes grises.

martes, 20 de marzo de 2012

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Ni con los temblores, ni con el dolor, ni con ese jodido alzheimer que se lo lleva todo, como un ladrón, como un maldito ladrón, que ni siquiera valora las riquezas que sustrae.
Ni con el pelo blanco, no, prefiero el olor a laca, el tinte rubio y el pintalabios para ir a misa que te ponías.
Ni con la cara ausente, ausente de ti, de quien eras. Te olvidaste de ti. Y de mí no me importa, eso podría asimilarlo, pero de ti nadie se olvida. Yo nunca. Y tú ahora tampoco, seguro que vuelves a ser tú, ¿verdad?
Ni con esa voz que no era tuya, no, pero sí los pasos que dabas por el pasillo hasta que llegabas a la habitación para reñirnos de esa manera tan tuya, tan tuya, porque sabías que al darte la vuelta estaríamos tirándonos los cojines otra vez.
Tu memoria. Esa tan grande que encerraba los tipos de chocolate, leche y postres que gustaban a cada uno, y no éramos pocos. Ésa sí. Ésa sí la recuerdo.
Ni con la debilidad, pero sí con el corazón fuerte, tan fuerte que te hizo aguantar todo, hasta el final, hasta que ya no pudiste más. Qué grande, de los más grandes.
No recuerdo eso de ti, porque eso no era tuyo, no eras tú. Y ahora que te has ido, de alguna manera has vuelto, aunque de mí nunca te fuiste, pero ahora me estarás viendo, y tengo claro que estás tranquila, ya no tiemblas, y me llamas Rosa.
Y tú, como sólo tú podías, eres Upe, esa gran mujer que siempre me enseñó a valorar la fuerza de uno mismo ante la vida.
Siempre voy a recordarte a mi manera, porque es la única, y lo sabes. Lo sabes, y eso es difícil de digerir.

jueves, 8 de marzo de 2012

Día de la mujer.



Hubo un día en el que la mujer levantó la cabeza, se cargó con sus mejores armas, que siempre habían sido el amor y la esperanza, y miró hacia delante. 
Y vio el mundo. Y vio al resto de mujeres. Y supo que las lágrimas no eran el alimento de cada día, que los golpes no eran consecuencia de la diferencia, sino de la ignorancia, que la mente fuerte no debe solamente aguantar, sino luchar, y que ningún hombre, jamás, iba a volver a hacerla sentir inferior, porque no lo era y nunca lo había sido.
Y ese día, ese día en el que la mujer se atrevió a mirarse al espejo, descubrió a un ser magnífico, lleno de posibilidades, rebosante de vida, y sobre todo humano, y decidió luchar. 
Desde entonces aún quedan mujeres subyugadas a hombres que son animales, y por eso se debe seguir reivindicando, desgraciadamente, la igualdad, que no la superioridad (no vayamos a caer en el mismo error que aquéllos a los que criticamos)
Los días para algo suelen ser días comerciales, pero también pueden utilizarse para lanzar un mensaje social, tan básico y necesario como éste: la libertad no entiende de sexos.