martes, 29 de noviembre de 2011

Arte sin mente.

Me aburren los trenes, los buses,
y alguna gente.
Escupo en andenes,
sirvo poesía a ladrones y rehenes.
Rimo con rimas,
algo anticuado para las nuevas corrientes.
Solicito audiencia
para presentar discursos sobre arte in mente.
Mienten algunos pronombres
que van de sujeto y pelean con uñas y dientes.
¿Para qué? Y se sorprenden
los ciegos que juegan al poker con ases diferentes.
Decía que me aburren los trenes, los buses,
y alguna gente.
Y es que hoy no es día para rimar poesía,
hoy sólo estalla la tinta, triste y sola,
de una herida.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

¿Economía?

Marx veía de forma negativa la división del trabajo. La alienación nos convertía en máquinas, y perdíamos la dignidad humana. Meras herramientas con una función pagadas con un salario que no hacía más que esclavizarnos aún más.
Después llegó Durkheim estableciendo una división entre lo que él llamaba solidaridad mecánica y solidaridad orgánica. La primera ocurre cuando en una sociedad todos realizan las mismas tareas (la división del trabajo monstruosa ya no existe aquí) y la segunda resulta de una mayor especialización en el trabajo (¡ay amigo!...) en la que cada individuo actúa de forma (valga la redundancia) individual para lograr el desarrollo de la sociedad.
Y por último Marshall nos decía que la educación era el concepto clave de todo (a grandes rasgos). Con la educación lograríamos la libertad del obrero que vive para trabajar y que se olvida de que en realidad hay que trabajar para vivir.
¡Cuántos filósofos y pensadores hablan acerca de la economía! Y algunos podrían decirme que falta Adam Smith, como gran cabeza. Sin embargo parece más interesante estudiar estos tres puntos y preguntarnos, en voz baja o alta, en qué punto estamos ahora. Creyendo ingenuamente, por supuesto, que los puntos de vista no tienen tampoco precios que resultan de una especialización en responder preguntas (acreditada por la Universidad del Pay or Die, No Think no Cry)

jueves, 17 de noviembre de 2011

Flores en las ventanas.

Lleva siempre algo de color rosa. El abrigo, un calcetín, algunas rayas de un jersey, un botón o su sonrisa.
Le gusta peinarse a lo loco, o no peinarse, y elige una de las dos opciones teniendo en cuenta con quién vaya, y si deseará verla guapa o despeinarla aún más.
Odia los semáforos, porque ese cambio de tonalidades es confuso y jamás podría ser aleatorio. ¿Quién encerraría un color?
Por las noches permanece despierta para poder contar sus sueños. Y de día... de día sube la persiana, le guiña un ojo a la nueva oportunidad, y se prepara leche en una taza, ni muy caliente, ni muy fría, tampoco le gustan los extremos. Cuando termina, regresa a la habitación y se evapora en el olor de su piel preferida, la de él, en los restos del día anterior, en camisetas, pantalones o en su misma piel. Y cuando él está allí procura arreglarse un poco más ese día.
Libros, libros por todos lados. Poesía, prosa, una novela, cuatro, veinte mil. Y veinte mil más en su cabeza, y en sus bolígrafos, los que pierde continuamente. Como la cabeza. Se ríe muy alto para llegar a tocar las nubes con su voz, y cuando llora las lágrimas la convierten en lluvia, en una lluvia fría... pero con tintes de color rosa.

En definitiva...

- ¿Y si no hay tiempo para escribir?
- Bobadas. Siempre se puede escribir.
Y es cierto. Paseando. En el bus. Mirando la ventana. Respirando. Se puede escribir respirando. ¡¿Cómo no se va a poder?!
Pero sobre todo se puede escribir amando, rozando el hogar con la piel, acortando la distancia de unas bocas insaciables entre sí, la tuya y la mía, leyéndose los ojos y atrayéndose las historias, las tuyas y las mías, las conversaciones inagotables, adorando la vida, la nuestra.
Se puede escribir, yo escribo, mientras dibujo tus facciones en tu cama, y en la mía cuando te vuelves a veces un sueño, tan perfecto eres.
Yo escribo, porque Vivo. Y Vivo, porque tú existes.
Adoro la felicidad, la tuya, la mía, la nuestra. Lo tuyo, lo mío, soy tuya... Te quiero.