jueves, 9 de marzo de 2017

Sueño cumplido.

Considero que este trabajo es un placer. Es cierto que, como todos sabemos, tiene aspectos muy negativos, y días en los que llegamos a casa preguntándonos en qué momento decidimos meternos en esto. Pero creo sinceramente que los momentos y experiencias positivas superan con creces las negativas. 
Siempre lo digo, y lo hago desde un convencimiento interno: somos unos privilegiados. Trabajamos con la mente y el corazón de personas que están creciendo, formándose, creándose (están creando su personalidad) Somos capaces de representar una figura a imitar, alguien en quien confiar. Somos capaces de cambiar sus vidas (lo digo porque la mía también cambió gracias a los excelentes profesores de los que he disfrutado durante toda mi etapa estudiantil) Somos capaces de moldear, ayudar, impulsar y guiar al alumnado... Que son, como digo, personas, seres humanos. Nuestra responsabilidad es, por ello, enorme. No sólo transmitimos contenidos, esenciales como todos sabemos, sino que somos brújula en muchas ocasiones, y en otras, también, somos luz ante las sombras (perdonadme por la metáfora casi platónica, pero al final siempre me sale la filosofía por algún sitio) 
Además de esto, me siento aún más privilegiada por poder impartir Filosofía. Esta asignatura es clave en el crecimiento personal. Sirve como punto de inflexión, para que se paren y puedan contemplar el mundo desde una perspectiva pausada (lejos de la fugacidad que impregna todo en nuestras vidas) Por mucho que deseen eliminarla de la educación, es, en mi opinión, una de las asignaturas imprescindibles. 
Qué bonito es poder observar la evolución del alumno a lo largo del curso a medida que van trabajando ese pensamiento crítico, reflexivo y creativo. Qué bonito es ver sus caras cuando algo de lo que estás diciendo está tocando su interior, está haciendo que algo se remueva, está haciéndoles sentir incómodos por un momento. Recuerdo que una vez un profesor, en una charla, comentó que la Filosofía es la "toca chulingas" de la sociedad. Y así es. Pero también es verdad que para poder cambiar, crecer, continuar, hay que preguntarse. La duda es el inicio del camino hacia la certeza.
En fin, no me extiendo más. Es tanta la pasión que me genera esta profesión que no la vivo como tal, sino como el cumplimiento de un sueño, el disfrute de muchos años de esfuerzo y dedicación. 
Enhorabuena a todos, ojalá vuestro camino se llene de buenas experiencias y sigamos aprendiendo mientras enseñamos. Que no se nos olvide.


miércoles, 8 de marzo de 2017

No tengo miedo.

Yo no quiero que me regalen flores. Especifico: yo no quiero que hoy, Día Internacional de la Mujer, me regalen flores.
No quiero que hoy me digan que me entienden, o peor aún, que no me entienden ("¿por qué ha de haber un día para la mujer?" "¿Y el hombre no se merece ningún día?" "Si queréis igualdad, ¿por qué necesitáis un día al año?", etc.)
No quiero, tampoco, que sientan pena por mí ("la verdad es que las mujeres lo pasáis tan mal...", "lo cierto es que tenéis que aguantar demasiado", etc.)
No quiero, en definitiva, nada que no sea comprensión. Y cuando digo comprensión, me refiero a la de verdad, a esa que siempre está en busca y captura. Porque cuando el mundo entienda y comprenda que la mujer no debería necesitar un día para ella, ese día comenzaremos a avanzar.
¡Ah!... ese "debería" cuántas posibilidades encierra.
Si la mujer hubiera sido tratada, desde el inicio, como un ser humano sin importar el sexo, no habría Día de la Mujer.
Si la mujer hubiera sido considerada, escuchada, atendida, tenida en cuenta, no habría Día de la Mujer.
Si la mujer no hubiera sido encarcelada, manipulada y maltratada, no habría Día de la Mujer. Y hablo de las peores cárceles, las que no necesitan barrotes. Durante siglos, la mujer se ha creído que era inferior al hombre, única y exclusivamente por haber nacido mujer; única y exclusivamente, y perdónenme la palabra, porque el capricho del destino y el azar quisieron que esa persona naciera sin atributos masculinos. Y digo durante siglos, pero todos sabemos que aún a día de hoy hay mujeres que siguen creyéndose esta versión, que siguen sufriendo la humillación, la derrota, el vapuleo, muchas veces, incluso, incentivados por ellas mismas. (¿¡Hay algo peor que una mujer machista!?)

Las ideas construyen realidades, construyen el mundo. Y si no hubiera habido tales ideas machistas, retrógradas, excluyentes, no habríamos necesitado este día. Pero, por desgracia, las ha habido, las hay, y creo sinceramente, que las seguirá habiendo. Hemos avanzado, no digo que no, pero, ¿suficiente? Nunca. A mis alumnos/as les digo que las utopías son un horizonte: inalcanzable, pero que sirve de guía y de impulso para caminar. Con la diferencia de que la igualdad no debería (otra vez) ser una utopía...

No soy "fan" de los días dedicados a un motivo (el día del Padre, de la Madre, San Valentín...), pero creo que éste en concreto es necesario. Y lo es porque sirve de guía (como ese horizonte), de grito, y también de luto; sirve para dejar claro que la igualdad aún no se ha conseguido, que todas y todos debemos seguir luchando, que todos y todas merecemos lo mismo. Porque, amigos/as, "las diferencias" sólo nos enriquecen, no nos debilitan; porque "las diferencias" nos llenan, nos acercan, colorean el mundo y lo convierten en un lugar rico y variado. Y aún más importante: porque en el fondo, no somos tan diferentes.

Como decía Galeano: "El miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo." Y yo digo hoy, como mujer, como ser humano, sin flores, sin bombones, sin aspavientos, de forma clara, sencilla y directa: NO TENGO MIEDO.


Por cierto, aprovechando la ocasión, y como muestra de lucha, indispensable el libro de Rosa Montero: "La ridícula idea de no volver a verte", dedicado a Marie Curie.