lunes, 31 de diciembre de 2012

Balance 2012. Bienvenida al 2013.

Cada 31 de Diciembre, desde hace años, elaboro un balance del año que se va. Había pensado no hacerlo del 2012, pero no he podido resistirme. 

Por esas personas que, aunque no estén, jamás se irán de mi corazón. Siempre te llamábamos tía Upe, pero ahora más que nunca me enorgullezco de llamarte abuela. No imaginas el ejemplo que supones para mí. Y aunque te has ido, estás conmigo, en mi recuerdo, eso que al final tú ya no tenías...

Por los que me han hecho daño. He aprendido, quizá más que ningún otro año, que hay personas con las que no quiero caminar. No deseo que se pierdan en su senda, simplemente me he dado cuenta de que la mía y la suya son distintas. He aprendido que a veces nos engañamos demasiado por culpa de lo que deseamos tener, y aplicamos a personas valores, comportamientos, afectos, que no tienen, y que nosotros deseamos que tengan. No se basa en querer lo que imponemos que sean, sino en querer lo que son, en saber quiénes son, y a partir de ahí, decidir. Ha habido golpes muy duros, me he dado la vuelta en mi camino para decir adiós a tanta gente... y he seguido caminando hacia delante, al principio despacio, cabizbaja, pero cada vez mejor. El dolor es algo que cuesta olvidar, sin embargo prefiero recordar lo que quizá hubo en otro tiempo, aunque ahora ya esté muy lejos. Hay que dejar marchar a quien ya se fue mucho antes...

Por los errores cometidos, que me han hecho crecer, evolucionar y madurar. Ha sido un año duro, pero con muchas enseñanzas. "Sólo" hay que saber ver la oportunidad detrás de cada desplome, y volver a construir, esta vez más sólido, más fuerte. Creía que yo ya era fuerte, y cuánta fortaleza he ganado...

Por la desilusión en momentos, que lleva a saber apreciar la gran ilusión de otros. Por fin Filosofía vuelve a ser motivación, y Literatura.

Ha sido un año muy difícil, como digo, pero, por supuesto, ha tenido grandes cosas...

Por Víctor. Un año más. Mil y una experiencias, mil y una risas, mil y una noches, millones de besos, y un amor que en vez de asentarse, va creciendo cada vez más. Has sido mi lugar donde refugiarme entre tanta tormenta. Gracias por traer a mi vida la ilusión, los sueños, la risa, las grandes emociones. Has sido, eres, y serás tú. Siempre y sólo tú. 

Por mis padres. Por demostrarme más si cabe que son increíbles. Por enseñarme una vez más el valor de ser buena persona e ir con el corazón antes que con la cabeza, aunque eso suponga exponerlo al daño. Por hacerme ver lo importante que es saber perdonar, y seguir luchando, aunque parezca que ya no quedan fuerzas, porque siempre las hay cuando hay amor.

Por mi hermano. Por el espíritu de lucha, de superación, por la valentía, por volver a ser el hermano que yo recordaba. Por conseguir unirnos más aún.

Por mi perrita, que sigue demostrándome día a día lo que es la lealtad y la fidelidad. Nunca se sabe lo que se llega a querer a un animal, hasta que se tiene uno. Es mi bebé.

Por María, por regresar a mi vida, por los "cerda", las risas tan nuestras, las tardes y noches de chicas. Porque todo sigue siendo igual, pero diferente, desde ese primer día. Gracias por atreverte a lo que yo no me atreví, siempre lo diré. Has llenado uno de mis grandes vacíos.

Por los logros conseguidos, aunque pequeños, son pasos hacia delante. El concurso de Micro-relatos Bólido, las publicaciones en Intereconomía, la revista de Filosofía, y la ilusión por todos los nuevos proyectos en los que estoy metida.

Podría decir muchas cosas más, detalles, experiencias, pero creo que este año no es de eso, este año ha sido de cosas grandes, malas, pero también buenas, muy buenas. Yo me quedo con eso.

Por un nuevo año, con 365 oportunidades para ser feliz. Porque el 2013 sea un buen año, rodeada de las personas que verdaderamente me acompañan en el camino. 
¡Feliz año nuevo!


viernes, 30 de noviembre de 2012

Un día más.

Es mi manera de evadirme, de dejarme ir, de dejar de ser, aquí y ahora, no ser, ¿no soy?
Hoy tocan palabras que son enredos, y enredos que no saben cómo convertirse en palabras. ¿Cuánto de mí hay en estas frases? ¿Cuánto de ti, que no quiero, hay en mí? ¡Nada!
Somos libres de escoger nuestra vida. Somos independientes para decidir qué hacer con ella. Unos deciden, otros tiran por tierra. Y lo peor, van dejando semillas que siembran lo que después los demás hemos de cortar...
Desaparecer. Por un breve lapso de tiempo, deteniéndolo, haciendo que no suene el reloj. Olvidar el estado de alarma. Simplemente flotar... Respirar sin miedo... Dejar que las cuerdas que atan mi cuerpo se liberen, y notar cómo el corazón me da las gracias con latidos... Y oír solamente eso, sólo eso... el corazón. Paso demasiado tiempo haciéndole caso a la cabeza, y ese no es mi signo de identidad.
Podría preguntar por qué, pero, ¿de qué valdría? Ni siquiera ya deseo respuestas, sólo nuevas esperanzas. Quiero luz y calor para los que sólo son luz y calor... ¿Puede quizá olvidarse esto? No... Pero no, no quiero respuestas. ¡Quiero caminos que lleven a alguna parte! Quiero oír cómo el río fluye a través del sendero, claro, limpio, quiero oír los pájaros, sentir los rayos del sol, la paz. Y no esta oscuridad repleta de peligros que amenaza a cada segundo con explotar en un negro absoluto. Las estrellas tiemblan... ni ellas saben ya qué es lo que deben alumbrar. Y sin embargo, siguen. Si su luz se extingue parcialmente, luchan por recuperarla, y ciertamente consiguen más de la que ya poseían, a pesar del miedo, a pesar de ese cielo triste donde las han colocado...
¡Quiero mi cielo! Mis alas, mis nubes, mi fe. Por entero. A un guerrero le gusta su espada, pero no usarla día tras día, día tras día...
Quiero... quiero... con el alma. Esa sí soy yo: alma.

                                              Fotografía por Marta García López©

martes, 27 de noviembre de 2012

"Se hace camino al andar"...

No creas que todo está hecho, no. Queda tanto por recorrer...
No pienses que el camino será fácil, pero tampoco difícil. Nota tus pasos, marca tu huella, respira lo efímero y acaricia con el corazón aquéllo que es inmortal.
Nunca te pares. Ni siquiera para echar la visa atrás, puedes hacerlo de igual forma mientras caminas. Así entenderás que lo que ya ha pasado no puede de nuevo alcanzarte, y que lo que está por llegar se encuentra en el presente, en forma de oportunidad.
Si llueve, no tiembles si no te has dado cuenta de que necesitabas paraguas. Aprende a mojarte, y a apreciar el calor del sol cuando regrese. Aprende a fundirte en la gota, pero no dejes que la tormenta forme un hogar en ti, pues entonces el sol jamás podrá secarte aunque sea el más espléndido. Y si encuentras un paraguas... úsalo cuando tus pies estén cansados, con heridas, y apóyate en él hasta que se convierta en alas. Los paraguas son personas que te ayudan a volar cuando no eres capaz ni de observar el cielo.
No huyas si algo te asusta o intenta dañarte. En el camino habrá oscuridad, frío y peligros, pero la luz está en ti, cree en ella, expándela, cree en ti. Y si no eres capaz de alumbrar, recuerda que no hay noche tan cerrada que no tenga ni una sola estrella.
No ceses en tu empeño, mira el cielo, percibe tus alas, da la mano a quien camina a tu lado. Sé cielo, sé alas, camina al lado de quien lo merece.
Entrégalo todo, pero vigila el peso de la mochila. Recuerda que el camino es largo, y que hay cargas demasiado pesadas (entre ellas el miedo) Libérate de lo que consume tu energía. Sé libre. Sé leal. Sé quien deseas ser.
Sé feliz.
Y el camino será inolvidable.


                                                   Fotografía por Marta García López ©

martes, 30 de octubre de 2012

El último otoño.


Se sentó en el banco de siempre. El día era nublado y hacía algo de viento que transportaba las hojas de aquí y allá en un vaivén sin ningún tipo de sincronización. Una vez tuvo el sueño de enseñar a bailar al otoño, pero acabó por descubrir que los viejos no bailan. Bien lo sabía él.
Llevaba su sombrero marrón en la mano. Su textura era áspera y los dedos se le encajaban en los agujeros cada vez más grandes. Podía contar, si quería, la biografía de cada uno de ellos: su inicio, su nudo, y su “deshilache”… Incluso podría haber hecho un libro de poemas dedicado a ellos, pero eso de la literatura estaba hecho para los listos con gafas de pasta. Él solo sabía que un agujero podía significar el adiós de una mujer, un trabajo mal pagado y demasiadas hojas caídas en la misma acera; de hecho, en esa misma acera.
Se pasó la lengua por los labios secos y muy finos. Enfrente el riachuelo le susurraba en voz baja lo que él no quería decir, y la gente caminaba con prisas, embutidos en sus abrigos como si quisieran descubrir dónde se había escondido el verano. Apretó aún más los bordes del sombrero. ¿Qué iba a saber esa gente de lo que es un anochecer con la vida misma? El viento, el río, el cielo… y uno mismo. Él lo había hecho en tantas ocasiones que, si quisiera, también podría escribir un libro de poemas sobre eso.
Notó un agujero nuevo, todavía pequeño, y bajó la mirada hacia donde se encontraban sus manos. Eran débiles y estaban cubiertas de arrugas. Al igual que el sombrero habían perdido color y algunas manchas las volvían desiguales. Esa era la última señal. Ese nuevo agujero indicaba que el sombrero había vivido demasiado…
Se levantó despacio y se acercó a la barandilla que limitaba el río. Su mano izquierda sostenía el sombrero marrón y repasaba su contorno inconscientemente en señal de despedida. Una ráfaga de viento repentina quebró sus finos dedos e impulsó hacia el río el sombrero, que se fue volando mientras describía órbitas fantásticas, como si siguieran el compás de una canción. Él contempló el espectáculo fascinado hasta que, por fin, el sombrero se posó sobre el agua y desapareció de su vista. Entonces se dio la vuelta y comenzó a caminar. Tenía miedo, mucho miedo, pero sonreía. Había descubierto que el otoño sí que sabe bailar.


viernes, 26 de octubre de 2012

El mar de estas rocas.

¿Y si te dijese que no me apetece escribir? Sí, sabes que suelo hacerlo cuando algo va mal o cuando todo va increíblemente bien. Bueno, pues esta vez es una de las primeras. Así que supongo que ahora entenderás que no me apetece escribir, pero aquí estoy.
Esta mañana me he dado cuenta de que siempre hacemos referencia al mar como sanador de heridas, como ese componente de sal que está inmerso en las lágrimas y que nos hace sentir mejor, quizá un poquito más libres; pero también he caído en la cuenta de que el mar puede saber a herida. Después de todo, está compuesto de lágrimas de sal que pertenecen al mundo, a todos. ¿Cuántas penas habrán ido a parar a él? ¿Cuántas intenta destruir día tras día chocándolas violentamente contra las rocas? Muchas desaparecen, y sin embargo, sigue habiendo tanta sal... ¿Es que el mundo no para de llorar? Es posible que en cada giro se de cuenta de lo que estamos haciendo los humanos, y se desespere, y llore lluvia, sal, y tormentas.
¿Qué te parece? El mar siempre ha sido una gran metáfora, caben en él tantas cosas... Yo creo que está vivo. Podría entonces pensar que las rocas deberían estar enfadadas con él con tanto golpe, pero incluso ellas conocen su cometido, y se entregan en esta vida a ayudar a romper las penas. Están allí, quietas, inamovibles. En el colegio nos enseñan que es un fenómeno llamado erosión el que las va destruyendo o haciendo cambiar de forma, sin embargo yo sé que esa tal erosión es el debilitamiento, la misma muerte de las rocas que ya no pueden hacer más de escudo. Después de todo, no son inmortales, y aún así, entregan toda su fuerza, toda su existencia, todo su ser, a ayudar al mundo a ser un poquito mejor.
No creo que ya nadie se atreva a hablar de las rocas como seres "inertes", es un término tan feo...
Hay personas que son mar y rocas, ¿te das cuenta? Cuántas olas intenta golpear el corazón contra el alma... Piénsalo, estamos hechos de fuerza, no entiendo por qué hay tantos que la desechan, ¿será que no les gusta el mar?
Creo que debería ir dejando de escribir, para no apetecerme he puesto mucho de mí en estas letras, como siempre, como espero que siga siendo siempre. También hay sal en las letras de un escritor. Curan, y al mismo tiempo representan heridas. Es la función que cada uno escoja, ¿no? O quizá la que el corazón ordena, sabio y fuerte, para que el alma recupere y vuelva a ser escudo (ésta sí, seguro que sí, inmortal)


miércoles, 24 de octubre de 2012

Tan personal...

Me gustan tus defectos. Fueron los que hicieron que me enamorase de ti. Las personas hablan del amor e incluyen definiciones casi perfectas de la persona a la que aman, comentan su piel suave, su mirada profunda, sus labios, y en definitiva, lo más fácil de amar. Pero amar, amar desde dentro, significa enamorarse de lo más difícil. Me gusta no saber entenderte a veces, porque supone un esfuerzo por mi parte, y un recordatorio de que no todo está bajo mi control. Me gusta discutir, enfrentarnos, llegar a odiarnos en algunos momentos, para regresar con fuego en las yemas de los dedos, dispuestos a arder en la misma hoguera, amándonos tanto que parece un sueño. Me gusta que mantengas los pies en la tierra, porque así yo puedo enseñarte a volar. Me gusta que casi no tengas tacto con nadie, que tus verdades sean ácidas, que te dé igual reírte como un loco en cualquier ambiente, que te obsesiones con una idea un día y no acordarte de nada al siguiente, que cuando haya algo que te ilusiona no duermas ni me dejes dormir, que odies los silencios que yo a veces necesito, que te cueste afirmar que no llevas razón y aún más, que yo la tengo. Y así, miles de cosas. Las odio, todas ellas, y por eso las amo. Estoy enamorada de cada defecto, mucho más que de cada virtud. Ya sabes que lo nuestro es amor y odio. Te odio tanto a veces que te amo con locura. Y te amo con todo lo que soy, por todo lo que eres, por todo lo que somos y deseamos ser, y cuando digo todo, es todo. Por todo.





martes, 16 de octubre de 2012

Desde el interior, al exterior.

Suspiras. Te ha comido la lengua tu boca. Vuelves a suspirar. Yo estoy sentada en otro sillón, en la misma habitación, y me cuelgan los pies, soy tan pequeña...
¿Qué piensas? Dicen que los ojos son el reflejo del alma. Miro los tuyos. ¿Estás bien?
Hay tanto silencio que oigo cómo se mueve la flecha de mi reloj. Fue un regalo, ¿sabes? Un día lo vi, y me gustó muchísimo, pero no tenía dinero. Al día siguiente él me lo había comprado.
Soy tonta, no sé por qué te cuento esto, bueno, en realidad no sé por qué me lo cuento a mí, porque aquí solo hay silencio, salvo en mi cabeza.
No, no suspires de nuevo, no sé qué hacer... ¿Me ves? ¿Eres consciente de que estoy aquí? Estoy aquí. Y además no me voy a ir.
La mochila de la vida tiene reservada cargas tan imprevistas... ¿Imaginabas que...? Seguro que no. Yo, al menos, no. Soy de mentalidad tan idealista que todo me parecen estrellas, aunque se hayan olvidado de cómo brillar. Y tú... bueno, tú te olvidaste de brillar tanto tiempo que ahora no recuerdas ni qué estrella eras, o peor, ni siquiera que eras estrella... ¿Dónde dejaste tu cielo? ¿Sabrías volver? A lo mejor necesitas uno nuevo, uno a tu medida, para ti, para encontrarte, para ser.
Me siguen colgando los pies. Los muevo hacia delante y hacia atrás. Qué pequeña. Y sin embargo noto dentro de mí un corazón que inunda la habitación, la casa, la ciudad, el mundo. Un corazón siempre en mano. Soy así. A lo mejor eso tampoco lo sabes. O quizá sí. Vuelvo a mirarte los ojos. Sí, sí lo sabes.
Te sonrío un poco, temes ese gesto, tu inseguridad se ha transformado en miedo con el tiempo, tienes miedo de todo. Pero aprieto tu mano, bajo los pies, y así, me voy de la habitación.
Qué pequeña, yo, tan pequeña, pero sé, lo sé, que conseguiré hacerte sentir grande, y que volveré a verte brillar, solo que esta vez brillarás de verdad.





jueves, 11 de octubre de 2012

Rayo de sol.


El alma suda lágrimas que con los ojos no se pueden echar. Los abrigos ya no cumplen lo que deben, no calientan, se dejan llevar por los descosidos, los rotos, que un día historias, y ahora sólo… huecos que llenar.
¿Qué le digo a mi paraguas? Si nunca le quise, le aborrecía, y quizá ahora deba volver, y pedirle auxilio, pedirle que me guarezca de esta lluvia que no cesa, y que es capaz de matarme ahogada.
¿Qué le digo a las tiritas, a los parches, a los remiendos? Si de nada sirvieron, sólo para llevarse mi Confianza hacia otro lugar, ella sí rota. Yo la recuerdo, muy segura, tan fuerte como podía serlo, mirándome y diciéndome: "sí puedes". Y yo podía. Pero ahora nadie me mira, sólo yo, ante el espejo, tan fuerte como puedo serlo, y me digo: "claro que puedes". Lo que pasa es que me falta su manera de hacer que todo parezca más fácil. Seguiré llamándola, seguro que vuelve, si, al fin y al cabo, es mía, y yo suya. Volverá. Ella también me busca.
De las zapatillas ya ni hablamos. Hace unos días que andan solas, dicen que están enfadadas, que no las llevo al mismo paso, que las he prohibido saltar. Y yo las digo que no soy yo, que es este temporal furioso, que odia que salte los charcos. Así que me empapo una vez más, aún sin paraguas, con el aguacero de esta nube demasiado grande, que ha secuestrado al sol. 
Sólo que, aun sin abrigo, sin tiritas, sin la confianza a mi lado, sin paraguas, y con las zapatillas algo enfadadas, de vez en cuando logro atisbar un rayo de sol, y dejo que brille, que me brille, y brillo. Pese a todo, brillo. Y frente al espejo, me guiño un ojo, "claro que puedes".


domingo, 30 de septiembre de 2012

Change.

Me pierdo,
para no encontrarte,
te pierdes,
para no encontrar nada.

Y así, entre polvos
que no son de hadas,
el futuro se estanca,
y se descubren rotos.

Tengo miedo del miedo,
del tuyo,
¿serás capaz de alzar
los párpados ciegos,
hasta alcanzar, por fin,
la libertad que es anhelo?

Mi espada es para ti,
tómala, pero has de ser capaz
de fabricar un nuevo escudo
tan fuerte que sustituya
a una estrella fugaz.

El cielo es grandioso,
míralo y acuérdate:
todos tenemos posibilidad
de caer alguna vez,
pero también el deber
de levantar y saber
que cada día es
una nueva oportunidad.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Habitación blanca.


A solas la vida es cara,
cuesta un corazón y medio,
y el de repuesto siempre con taras
con escudos frágiles ante el asedio.

Sed de cambio, caminos torcidos,
los ojos sin color, muertos de frío,
la mirada perdida entre tanto árbol caído,
los pies no andan, se arrastran…

Hay hielo tras tus pisadas,
las mantas que no quisiste te miran ahora,
ajadas, rotas, se retuercen las sogas,
el reloj está en marcha, las agujas son claras.

Cansadas las ventanas de albergar paisajes
que no veías,
se consumía el calor de esa habitación vacía
que sólo tenía escondites para nadie.

Y ahora a tiempo,
rellenas los huecos, aunque es lento;
Y avanzamos en lágrimas como armarios,
que albergan breviarios,
de momentos que no han de vivirse.

Corramos juntos,
dame la mano, quizá sea al principio triste;
pero ahora corre el aire en tu habitación blanca,
y los colores están en los botes
que yo siempre guardé, en un trastero,
del edificio de la esperanza.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Ella, tan grande.

Fue volviéndose cada vez más perfeccionista. Al principio publicaba todo lo que se le pasaba por la cabeza, pero después escogía, medía, confeccionaba y daba vida a sus textos. Una madre, eso es, era una madre. Además, una madre protectora. Se sentaba, y entonces sus textos quedaban resguardados para siempre en su corazón. No les dejaba marchar, ya eran suyos.
Como decía, fue evolucionando conforme el tiempo pasaba. De simples ideas espontáneas, surgieron las historias, los personajes, la pulcritud, el reflejo de toda una vida de lectura. También ella misma era un libro, un libro con millones de hojas en blanco por rellenar.
Llegó a ser tan perfeccionista que al final acabó suspirando poesía, y aspirando prosa.
Una madre, un libro... palabras.
Todavía está viva, por supuesto, incluso está acompañándome ahora mismo.
La Escritura no morirá nunca, pero -dice- para eso nos necesita a nosotros.


miércoles, 22 de agosto de 2012

Vidas.

Cada persona tiene una historia diferente, su novela particular. Andamos por la calle pensando en que nuestra vida es única, que nadie más piensa, siente, o vive lo mismo que nosotros, pero se nos olvida que precisamente por eso es tan atrayente el universo.

La señora de la acera de enfrente camina deprisa. Su marido hace tiempo que no la mira, y las caricias, ¡dónde estarán ya esas aliadas! Sintiéndose vacía, incompleta, inútil, camina deprisa porque desea que la vida pase a la misma velocidad. Tiene el pelo despeinado, y camufla su pijama,  ese que se ha puesto para salir corriendo de casa, bajo un abrigo enorme, rojo. A él antes le gustaba el rojo. Antes. Nadie que se cruza con ella sabe cómo se llama, ni se para a mirar la hinchazón de sus ojos, el cansancio de su piel, el tedio de sus labios. Ella sigue caminando deprisa, sin saber a dónde va, sólo deprisa, deprisa, que todo pase deprisa.

Un hombre se choca con la mujer de rojo. Perdón, le dice con una voz tímida pero grave. Ella no se ha parado ni un momento, parece que tiene prisa, piensa él, como todo el mundo en esta ciudad. El hombre, al contrario, avanza a pasos lentos, observa todo lo que le rodea. Cuántas veces habría visto el agua deslizarse sobre la fuente con forma de mundo de Plaza España, y sin embargo sólo ahora comprende que ese mundo es su mundo, sobre el que él camina, y le parece precioso. Sonríe débilmente. Como en un impulso hunde sus manos en la fuente y se moja la cara, el pelo, salpica a los que se le acercan. Aunque el médico le hubiera dicho que el cáncer le iba a dejar pocos meses más de vida, fue justo a partir de ese momento, hacía ya diez minutos, cuando él había empezado a vivir.

Una mujer que camina por Plaza España se ve salpicada por el agua que está tirando un loco. Acaba de salir de la peluquería y se pone de malhumor. Piensa en advertirle a ese tarado de que si sigue así, no sólo llamará a la policía, sino que le pagará su peinado, pero tiene otros asuntos más importantes que atender. El móvil suena estridente dentro de su bolsillo, ya llega tarde. Cuando por fin finaliza la melodía, el móvil del otro bolsillo comienza a entonar la suya. No van a dejarme en paz, piensa, voy todo lo rápido que puedo. Por fin llega al despacho donde todos están reunidos, y abre su maletín. En él hay cantidad de folios perfectamente ordenados y divididos en carpetas y subcarpetas. Comienza a repartirlos y su voz carismática resuena entre las cuatro paredes. Ella se siente enorme, todos la miran. Cuando camina por la sala sin parar de hablar, su vista se posa sobre la mesa, y en ella ve un marco con una foto de familia, una instantánea donde hay una niña pequeña con dos coletas despeinadas, un hombre atractivo cogiéndola en brazos, y una mujer, despeinada también, abrazada a ese hombre. Qué raro, piensa, hacía tres años de aquéllo, y no entiende cómo pudo salir en la foto sin peinar. Mueve la cabeza, sacándose ese recuerdo de la cabeza, y continúa con su vida de negocios, mientras el segundo móvil sigue sonando por última vez en el bolsillo, intentando que la mujer sin peinar de hace tres años regrese en vano a casa con su familia.

Un chico joven atiende a su jefa sin pestañear. Está deseando que termine para poder marcharse. Su chica le está esperando en el parque de abajo, y tiene unas ganas locas de llegar para besarla de nuevo. Ha conseguido ascender rápido en la empresa, dentro de poco comprará una casita con jardín y se irá a vivir allí con su novia, su perro, y quién sabe, quizá con algún habitante más dentro de poco. Siente que le palpita el corazón, o la caja que lleva dentro del bolsillo interior, o las dos cosas. El anillo no es de los más caros, pero eso seguro que a ella no le importa. Lo más importante es lo que van a compartir, lo que simboliza ese anillo, el amor que se profesan, el amor de su vida. Llevaba tiempo queriéndolo hacer, y por fin ha reunido el valor, o el momento, o las dos cosas. Por fin su jefa da por terminada la sesión, y él sale corriendo a la calle, lleno de vida, lleno de presente, rebosante de futuro. Ella está allí, sonriendo, como siempre, y juntos, de la mano, se ríen de ese loco que salpica agua a las personas en la fuente de Plaza España.


viernes, 27 de julio de 2012

Lluvia seca.

Afuera está lloviendo. Oye las gotas caer y desparramarse sobre la acera antes caliente. El olor es inconfundible. Huele a verano mezclado con frescura.
Ella está en su habitación. La ventana está abierta. Así algunas de esas gotas pueden llegar hasta su mesa. Así puede oír bien el sonido que forman al caer todas unidas. Nunca se había parado a pensar antes que las gotas de lluvia son un ejemplo, jamás viajan solas, se acompañan hasta el último momento.

Está mirando la calle. De repente ve a alguien en la acera. Es él, empapado, con el pelo marrón oscuro resbalándose por la frente, encharcando sus labios. La está mirando, y le dice que baje haciéndole una señal con el dedo. Ella le hace un gesto como diciéndole que está loco, que se van a calar. Él la mira serio, calmado, sin decir nada, y ella baja rápidamente.
Cuando sale a la calle la humedad impacta sobre sus poros, nota como se abre su piel, como su pelo también comienza a caer sobre sus mejillas en finos mechones de agua. Él sigue allí, en el mismo sitio, mirándola. No habría agua en el mundo capaz de apagar un corazón tan en llamas. Se va acercando a él, despacio, disfrutando de la sensación de dejar todo en manos de esa lluvia de verano, fresca, nueva, única. Cuando llega a su lado, se miran. Son todo gotas. Ella murmura algo sobre qué hace aquí en voz baja, pero no hace falta decir nada. Él agarra con sus dedos su pelo, al principio suave, después más brusco, y la acerca a su cuerpo para poder besarla, para sentirla. Están empapados, pero rebosan calor. En los besos se mezclan truenos, tormentas, días soleados, y frío, pero todo junto forma un conjunto sin igual. Se queman sus alientos, se evapora el mundo, se inundan las preocupaciones. No hay nada más. Sólo ellos, rodeados de gotas, ellos son gotas, y están dispuestos a imitarlas, quieren estar unidos hasta el último momento, sin separarse jamás.

Afuera sigue lloviendo. Y ella sigue en su habitación, no se ha movido de allí. Sigue mirando por la ventana, soñando, dejándose ir en cada gota, imaginando una buena escena que acompañe a esa lluvia, la mejor escena, en realidad. Y sin embargo, en su habitación, sólo hay desierto.


lunes, 23 de julio de 2012

Eterna.

Todavía, a veces, sobre todo de noche, te echo de menos. Me acuerdo de ti, de tu infinita paciencia, de tu sabiduría callada y constante, de tus gruesos tobillos, esos que sujetaban en este mundo a una gran mujer. Tu risa, sobre todo tu risa. La tengo grabada en la cabeza, como una de esas melodías repetitivas que acaban tarareándose solas de manera involuntaria.
Te echo de menos de una manera especial, no reclamo tu presencia aquí, no quiero atarte, quiero que vueles, que expandas tu bondad aún más de lo que lo hiciste aquí, es sólo que... me acuerdo de ti y todavía me cuesta un poco aceptar que tú ya no estás al pasar el elefante azul que me indicaba que entraba en Salamanca, y que yo ya no soy esa niña que necesita ese elefante azul.
De alguna manera siempre serás inmortal, ya sabes, por eso que dicen de vivir en el corazón de las personas, y es que tú estás dentro del de muchos. No sé si llegaste a darte cuenta de cuánto simbolizabas para todos, y yo no tenía edad suficiente como para decírtelo en voz alta, simplemente lo sentía, con inocencia, sin necesidad de palabras. Y ahora no puedo ya, pero te lo digo. Se lo digo a mi corazón, donde tú estás, y donde tanto de ti se puede encontrar.




miércoles, 11 de julio de 2012

Por eso.

Se arropa con la ausencia, y eso le da frío. Tiene la piel de gallina y un corazón asustado. 
Tiene sueños guardados en un rincón de una esquina. Y tiene espacio que le sobra, acechándola en las noches vacías. 
Le sale ritmo en las palabras, pero es una melodía muerta y sin volumen. La clave de sol de su piel es más negra que nunca, sólo negra, toda negra, no encuentra la piel en sus trazos.
Escalofríos. Escaleras de hielo en sus entrañas hacia una cabeza en erupción. Tiene el corazón en ayunas... Tiene al alma soplando dunas...
Cuelga recuerdos en las paredes, y está rompiendo cuadros. Se rompe algo, se rompe en trozos. Pero es ella, sólo, sola, ella. 
Cuántas cosas apuntadas en una libreta desde que aprendió a escribir... Cuántas metas en su cabeza para sí misma, pero no, no las cumplió (¿no?, No). Frágil, débil, tiembla, se atraganta con el suero de la verdad. No sabe escribir... Va a explotar en partículas de nada. Está vacía. 
- Ella sólo es...ella.
- Por eso.

Por eso... Por eso... 

lunes, 25 de junio de 2012

Eres. Sólo tú.

Eres mi razón preferida.
Eres mi mejor razón, y el único capaz de hacer que la pierda.
Consigues romper las barreras de las ideas transformándolas en realidades.
Sólo tú haces que la mejor cama no se encuentre en un cuatro estrellas, sino bajo un cielo estrellado.
Moldeas mis miedos, sin quererlo los apaciguas y a la vez los haces cada vez más grandes, porque no sé qué haría sin ti, y ese es el mayor de todos.
Rompes mis esquemas, y creas otros nuevos, sólo tuyos, sólo tuya.
Eres el color de mi nombre.
Eres las páginas de mi libro, la tinta de mis venas, el bolígrafo de mis dedos.
Todo eso que imaginaba: pues mucho más, y mucho menos, y así me llevas, bailando loca por los días del calendario. Pidiéndole al tiempo que nos dé precisamente eso para consumirlo juntos hasta el último tic-tac de nuestros latidos. Pidiéndole a Dios que, si me escucha, cuando mi corazón deje de latir, siga mi alma enlazada a la tuya por encima de nuestros cuerpos.
No es literatura, ni metáforas, son deseos reales. Estás por encima de mis expectativas, por encima de mis razones, por encima de mí, de mis dificultades. Y es que soy un conjunto de enredos, y como tú bien me has definido, una katiuska interminable, y sólo tú, una vez más, sabes cómo se sacan las piezas, dónde está mi corazón, y dónde se encuentra mi punto débil, y eso es lo que nos hace tan fuertes.
Eres mis alas para volar. Hasta que te conocí sólo había creído planear, pero era mentira. Yo era mentira.
Y tú eres mi verdad. Mi amuleto, mi historia real, mis noches leyendo tu cuerpo, mi yo, mi vida, y mi siempre penúltima frase...


jueves, 21 de junio de 2012

Other.

Se le enredaba el pelo entre los sueños que no se cumplían de la almohada. Le gustaba levantarse despeinada, aún con la resaca de las noches en las que bebía demasiada ausencia. No lloraba casi nunca, más lágrimas, más pérdida de conciencia. No se acordaba de nada, o quizá de todo, por eso no pensaba. Hacía tiempo que había quitado el espejo del baño. Comía esperanzas ligeras, pero no había postre, así que de nada le servía. Tenía tantos libros como lunares. Y tenía tantos lunares como lunas de mentira. No hablaba con nadie, siempre tenía miedo. No salía a la calle, nunca tenía ganas de ver arco iris.
Así pasó años, hasta que al final se cambió de casa, se cambió de pelo, se cambió de ropa, y se transformó en un recuerdo.
Si te sientes sola sobre la cama al levantarte, ella estará por ahí, con un vaso de plástico instándote  a que llores, mientras te prepara un postre.

lunes, 11 de junio de 2012

Hogar.

El día de mañana quiero tener una casa contigo. Con una biblioteca gigante, una casa biblioteca. Y encerrarme allí, horas y horas, y que tengas que venir a buscarme porque me he perdido.
Y perderme adrede, para que tú vengas a la biblioteca a leerme a mí.
Quiero una cama enorme, que contenga nuestros sueños. Y otra pequeña, para los días en los que todo me dé miedo sin ti.
Un armario que nos lleve a otro mundo sin necesidad de una puerta mágica, y una alfombra que vuele para los días en los que no nos apetezca andar.
Una pecera con peces de colores, todos con nombre, aunque los confundamos, y perros, muchos perros, todos en una habitación jugando al póquer (la Chula les habrá enseñado a todos cómo colocar las patas para coger las cartas)
Quiero pósters de nuestras películas favoritas, y fotos en blanco y negro, y en color, y tú y yo en un sofá, con una manta, mientras afuera llueve.
Quiero tu olor en las cortinas, y el humo de tu risa que consigue prender fuego a los poros de mi piel, haciéndoles adictos, muy adictos, a ti.
Una casa sencilla, con cuatro cosas. A tu lado.



martes, 5 de junio de 2012

Vivir volando.


Nunca he sido una de esas personas que viven en la tierra. Siempre he surcado nubes, volado en corazones, pintado alas, y escrito personas. Odio la gente que utiliza los aviones porque no sabe volar en un mismo destino. Nunca he aprendido a andar con pies de plomo, fui de las que más se cayeron en el colegio, y soy de las que más siguen cayéndose persiguiendo máscaras. Entrego mi corazón en tarjetas -parking 24 horas dice- pero la mayoría tiene cosas que hacer, y me lo agradecen mientras se van, o se quedan para venderme a mí promesas al contado.  
Las nubes no son nubes, son mi hogar, y el mundo tiene la forma que yo le doy.
–Pobre entusiasta-, y yo me río. Me río, mucho, muchísimo. Es mi nota musical preferida. Y mientras me río, me esparzo, me expando, soy luz. De pequeña escribía, continué escribiendo con los años, y ahora escribo, siempre escribo. Me gustaría hablar con esa primera escritora y decirle que la quiero, y que gracias -nunca está de más dar las gracias, hacen falta muchas más, y besos, hacen falta besos-.
Nunca he sido una de esas personas que viven en la tierra. Yo prefiero volar, cada vez que escribo, cada vez que le escribo, cada vez que me late el corazón. No creo que aprenda nunca la diferencia entre los que vuelan conmigo, y los que desean que aterrice. Pero no me importa. Yo vuelo. Y vuelo, a pesar de tenerle miedo a las alturas. 


viernes, 1 de junio de 2012

Educación.

http://www.estrelladigital.es/cartas/Educacion-ROSA-GARCIA-MACIAS_0_1186681376.html

Natural.

Está nerviosa. La noche se acerca, y él, por tanto, también. Le laten las mejillas y tiene rojo el corazón. El armario está vacío y nada de lo que hay en la cama le sienta bien, tiene que encontrar la combinación perfecta. El maquillaje sigue en su sitio, ni siquiera ha comenzado a pintarse. De fondo suena una canción que dice algo sobre aprovechar cada minuto, y comienza a bailar mientras canta frente al espejo, aún sin vestir. Siente la ingravidez de sus pies y vuela a través de las notas, se siente viva. "Vamos a poner el mundo del revés" -está diciendo la cantante. Y ella precisamente sólo sigue lo que estos le marcan. Se ha olvidado por completo de la ropa, del armario desordenado, de la perfección, del pintalabios, de los tacones. Sólo baila, y canta. Sólo siente.
De repente unas manos la frenan, la agarran de la cintura, la apartan el pelo de la cara y la besan.
-Estás preciosa.-
Y de fondo suena alguna canción, pero ya no sabe decir cuál.


jueves, 31 de mayo de 2012

¿Información?

Lo llaman la era de la información. Pero, ¿qué tipo de información? ¿Podríamos definirla como necesaria? La información, principal fundamento de la libertad y del pensamiento está sobreexplotada. Las noticias se agolpan frente a nosotros si abrimos un ordenador y consultamos los distintos periódicos. Cada una de ellas con un matiz diferente de persuasión, una cara más de esa moneda circular, como el progreso. Ahora bien, como decía, sin información no hay libertad, por lo que el avance en cuanto a desarrollo tecnológico que permite las comunicaciones y, por ende, la información sin fronteras, sí es necesario, y la información, esté o no sobreexplotada, también.
Pero pensémoslo bien, ¿aprovechamos esta posibilidad? La capacidad de obtener información nos resulta ya tan obvia que no le damos importancia. Cuántos jóvenes prescinden de saber lo que ocurre en el mundo ya que, total, no les influye para nada en su día a día, ni les da más herramientas a la hora de manejar las redes sociales (único eslabón imprescindible en la sociedad, o eso parece)
La información puede llegar a nosotros, es accesible, y sin embargo, es prescindible, se la infravalora. Podría utilizar aquí una frase típica del refranero español, algo así como "no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes", aunque aquí cabrían algunos cambios y se convertiría en "no sabes lo que tienes porque no tuviste que perder nada para obtenerlo".
La globalización nos acerca, nos convierte en vecinos de un mundo igualitario. Y sin embargo, seguimos considerándonos seres individuales. No hay mayor ejemplo que la red social twitter, donde únicamente puedes "informar" con 120 caracteres. Más resulta tedioso, aburrido, si es algo importante, ha de poder incluirse dentro de ese límite, y si lo sobrepasa no nos interesa.
Queremos poder informarnos de lo que queramos, cuando queramos, y por supuesto, sin esfuerzo. Podríamos decir que la comodidad es un universal moral del siglo XXI, frente a los valores importantes por los que se hubo de luchar, para que después nosotros pudiésemos sentarnos sobre una silla de escritorio que tiene perfectamente hecho el molde de nuestras nalgas a base de horas y horas de "esfuerzo sobrehumano" para conseguirlo.
¿No tenemos nada más que decirle al mundo? ¿Ni siquiera tenemos nada más que recibir del mundo? Aquí cabe una reflexión, por lo menos. Mientras tanto yo creo que voy a buscar una frase que resuma todo esto en mi twitter, por supuesto.



martes, 8 de mayo de 2012

Tú.


Tú,
libre, mío, fuerte,
tuyo.
Yo,
absurda, compleja,
imaginaria,
tuya.

Y así,
nosotros.

Y así,
te quiero.

Y si no,
entonces yo no,
tú quizás,
yo nunca más.
Y nosotros
en mi yo
absurda, compleja,
imaginaria,
vacía.


jueves, 19 de abril de 2012

..

Estalla... Sé primavera. Sé flores oliendo a néctar. Sé abejas hambrientas que buscan su pareja para comerse al verano. Sé la lluvia que cae sobre el césped verde. Sé los truenos, los relámpagos, la pureza de un arco iris. Sé libre. Sé todo lo que desees ser. Sé tú.

.

- ¿Sabes cuándo llega el momento en el que te das cuenta de que no conoces a alguien?
- No.
- Cuando hablas con él y no te reconoces a ti mismo.
- Pero entonces eso significaría que tú no te conoces, y así, ¿cómo va a conocerte nadie?
- Muy sencillo. Sólo cuando alguien sea capaz de hacerte ver tal y como eres, que sea capaz de conocerte más que tú, te darás cuenta de que en la vida no es imprescindible conocerte a ti en cada momento, sino tener a alguien que sepa hacerte sonreír en cada una de las etapas, cambios, rachas y "vidas" de tu vida.
- Eso es muy poético.
- La poesía no sólo se da en los libros, la verdadera poesía es real, no lo olvides nunca.

miércoles, 18 de abril de 2012

Como el día.

No importa que mañana las olas se paren
y la sal las abandone, digna y húmeda,
arrastrando un honor que en realidad
es echar de menos.
No importa que mañana la arena endulce
las ensaladas de unas estaciones iguales,
que no cambian, que sólo llueven,
que sólo se ausentan,
y sólo así consiguen ser tristes,
y sólo así no ser.

No importa que mañana el veneno no sea manzana,
ni que la manzana se vuelva agria,
echando en falta príncipes.
Y no importa que el veneno ya no exista,
porque ya no haya fantasía que lo alimente,
porque ya no haya alimento
para el alma, para el rojo del corazón.

No importa que mañana sólo sea mañana
y no un nuevo día.
No importa porque las olas,
la sal, la manzana y el veneno
no saben de ti,
no saben de mí,
y yo que no sé nada,
que sólo entrego el alma sin precio
y adorno folios con tinta,
¿qué importa?


miércoles, 21 de marzo de 2012

Parte I de partes.

Pues sí. No me importa, ¿qué esperabas? Después de todo, siempre dijiste que no habría un después, y al final fue tu todo. Ironías del destino, o del no. ¡El no! Qué sencillo parece cuando es uno mismo quien lo entona, ¿verdad? Pero ya no suena bien cuando lo escuchas de unos labios que sólo debían, para ti, para tu ego, entonar síes de vinagre hasta vomitar de empacho. Y ahora te mareas tú, y vomitas excusas, y perdones que huelen a martes marchitos y treces tatuados a golpes en las piernas, e incluso en la cara.
Qué necio. No, qué débil.
¿Fue el segundo día que lo hiciste cuando descubriste que te sentías superior? ¿O quizá el primero? Seguro que fue el primero. Tú, tan alto, tan guapo, el primero en la escuela, en el fútbol, en la universidad. Sí, fue el primero, estoy segura. Y yo tu segunda, tu renuncia, tus puños, mientras los golpes formaban moratones que escribían palabras con tinta imborrable en todo lo que no era cuerpo.

Llueve.

Te ríes de la gente que vive en un mundo con perpetuas lluvias. Dices que son unos falsos alternativos, unos puretas del estilo del momento, aunque el estilo se base en no tener estilo.
Te ríes de los que hacen poesía gris y hablan de paredes, de oscuridad, de lejanía y de muerte. -¡Cómo si no hubiese otra cosa sobre la que escribir poesía!-
Te ríes, te has reído hoy, de los poetas con cara de página amarilla, corroída por la monotonía, y que además tienen ausencia de párpados para soñar.
Te ríes de ellos. Y sin embargo hoy, mientras entonaban sus versos de cocodrilo, sus paisajes arrasados por sí mismos, su punto de vista sin punto de vista, hoy, decía, cuando escuchabas vagamente sus voces de fondo, tú también eras un poco de lluvia, de esa que no termina de caer, que se mantiene en los nubarrones grises hasta que escampa.
Y sentiste ganas de escribir sobre ello a pesar de las críticas, a pesar de ti misma, a pesar de todo. Y al final lo hiciste.Y ahora estás lloviendo mientras soplas nubes grises.

martes, 20 de marzo de 2012

.

Ni con los temblores, ni con el dolor, ni con ese jodido alzheimer que se lo lleva todo, como un ladrón, como un maldito ladrón, que ni siquiera valora las riquezas que sustrae.
Ni con el pelo blanco, no, prefiero el olor a laca, el tinte rubio y el pintalabios para ir a misa que te ponías.
Ni con la cara ausente, ausente de ti, de quien eras. Te olvidaste de ti. Y de mí no me importa, eso podría asimilarlo, pero de ti nadie se olvida. Yo nunca. Y tú ahora tampoco, seguro que vuelves a ser tú, ¿verdad?
Ni con esa voz que no era tuya, no, pero sí los pasos que dabas por el pasillo hasta que llegabas a la habitación para reñirnos de esa manera tan tuya, tan tuya, porque sabías que al darte la vuelta estaríamos tirándonos los cojines otra vez.
Tu memoria. Esa tan grande que encerraba los tipos de chocolate, leche y postres que gustaban a cada uno, y no éramos pocos. Ésa sí. Ésa sí la recuerdo.
Ni con la debilidad, pero sí con el corazón fuerte, tan fuerte que te hizo aguantar todo, hasta el final, hasta que ya no pudiste más. Qué grande, de los más grandes.
No recuerdo eso de ti, porque eso no era tuyo, no eras tú. Y ahora que te has ido, de alguna manera has vuelto, aunque de mí nunca te fuiste, pero ahora me estarás viendo, y tengo claro que estás tranquila, ya no tiemblas, y me llamas Rosa.
Y tú, como sólo tú podías, eres Upe, esa gran mujer que siempre me enseñó a valorar la fuerza de uno mismo ante la vida.
Siempre voy a recordarte a mi manera, porque es la única, y lo sabes. Lo sabes, y eso es difícil de digerir.

jueves, 8 de marzo de 2012

Día de la mujer.



Hubo un día en el que la mujer levantó la cabeza, se cargó con sus mejores armas, que siempre habían sido el amor y la esperanza, y miró hacia delante. 
Y vio el mundo. Y vio al resto de mujeres. Y supo que las lágrimas no eran el alimento de cada día, que los golpes no eran consecuencia de la diferencia, sino de la ignorancia, que la mente fuerte no debe solamente aguantar, sino luchar, y que ningún hombre, jamás, iba a volver a hacerla sentir inferior, porque no lo era y nunca lo había sido.
Y ese día, ese día en el que la mujer se atrevió a mirarse al espejo, descubrió a un ser magnífico, lleno de posibilidades, rebosante de vida, y sobre todo humano, y decidió luchar. 
Desde entonces aún quedan mujeres subyugadas a hombres que son animales, y por eso se debe seguir reivindicando, desgraciadamente, la igualdad, que no la superioridad (no vayamos a caer en el mismo error que aquéllos a los que criticamos)
Los días para algo suelen ser días comerciales, pero también pueden utilizarse para lanzar un mensaje social, tan básico y necesario como éste: la libertad no entiende de sexos.



miércoles, 29 de febrero de 2012

Digresiones de un miércoles...

Hace mucho ya que aprendí que una hoja blanca es blanca en cualquier sitio, y cuando la tristeza, o el negro interior apremia, qué importa un bus lleno de gente, o qué importa una letra desordenada y a trazos por sus movimientos... ¿No es la vida la que más acelera y frena sin previo aviso?
Sí, hace mucho que aprendí que escribir, igual que sentir, se puede hacer en cualquier sitio. No hablo de literatura, aunque ésta esté de fondo en todo yo; hablo de mí, de este bus, de este color rojo sangre, que a ratos duele y a ratos me entrega a la tranquilidad del desmayo por ese dolor.
Pobre niña pequeña con su gran maletín de mayor, tan grande como los sueños que transporta, y ella... ella tan pequeña como una niña, embutida en planes, reuniones, americanas serias, conferencias, libros y nombres de señores que todo el mundo le dice que son importantes.
Pobre niña, ¡qué va! Todo son sensaciones... Y yo soy esa niña, y el dolor de este bolígrafo, y el agobio de este bus que reserva un asiento para minusválidos sentimentales, lo que pasa que el mundo no lo ve, y si lo ve, lo tapa, o qué se va a hacer, si cada vez hay más de esos y menos de aquéllos. Y yo ensayo. Y ellos ascienden y ocupan despachos.
Hace mucho aprendí que la vida es de uno, pero depende de muchos, y hace mucho aprendí que jamás aprenderé a dejar de ser tan niña, esa niña, esta niña, que escribe con el bolígrafo del corazón, y que vive con el corazón en la tinta, y en la mano... sobre todo en la mano...
Y ahí está, ella, o yo, inmersa en sí misma y en todo, en un cataclismo existencial o en un día con dolor de ser y no ser cosas que soy y no soy. -Qué fillósofa... y escritora-.
La mujer de enfrente me ha dicho que aprovecho cualquier espacio, qué razón, cualquiera me vale, ya lo he dicho.
Voy llegando a mi destino con más ganas de seguir viajando, con el ronroneo suave y brusco, como el día, como mi cabeza, que me permite escribir y escupir lo rojo que me sobra hoy (o quizá, mejor dicho, que me hace falta)

viernes, 27 de enero de 2012

Filosofía.

¿La felicidad es un demostrable empírico o es un concepto decorativo metafísico? ¿Corresponde a categorías ontológicas o su naturaleza es epistemológica? ¿Dónde, cuándo, cómo se consigue? ¿Es un infinitivo o un gerundio? Estudiosos, filósofos, gente en general se cuestiona acerca de la esencia innata o no de la felicidad, y algunos se contestan que precisamente por ser fuente innata en nuestra mente, es inalcanzable para la unión de la misma con el cuerpo. ¡Puristas! Conceptos puros, abstractos y esenciales que pululan por ese mundo platónico de las Ideas. Un devenir continuo y a la vez un paroxismo inútil y deslenguado en el mundo terrenal que alaba cada vez más la ignorancia.
Y otros contestan que nada de Ideas ni sustancias, ¡aquí y ahora! Intelectualismo sensible, cinco sentidos, una vida. La cúspide de la felicidad está en las yemas, en las venas, en lo orgánico. Materia y alma unidos forman un cuerpo único, la unidad.
¿Y cuál escogemos? ¿Se puede escoger? Pues para eso hace falta libertad... ¿Existe la libertad? ¿Qué es existir? ¿Qué realidad debemos otorgar a eso? ¿Qué es real? ¿Y ser? ¿No estamos acotados a un lenguaje que precisamente nosotros mismos hemos creado? El pensamiento debería ser libre. ¿Puede serlo?
 Y... preguntas y más preguntas: Filosofía.


lunes, 16 de enero de 2012

Solamente tú.

Tócame, como sólo tú sabes hacerlo.
Dame la melodía, forma mi canción,
guíame en el vuelo.
Que yo seré piano, o solamente ruido,
con un solo dueño, con un solo cielo.
Y creemos juntos la canción del verdugo que mató al olvido,
y escuchemos unidos aquél sonido,
mezcla de salivas y de notas sin sentido.
Pues eso es vivir, eso es la música,
sólo tú y yo sabemos interpretar la balada de nuestras bocas,
al compás de tantos sueños como notas,
entregándonos el alma en relojes vacíos de hora,
arrancando en el jardín las espinas a las rosas.

Esto sí que sí... c'est la vie.

A veces la vida parece tan difícil. Te levantas pensando que mañana será peor, que es casi seguro que algo malo ocurrirá, y que ¡menuda mierda! a partir de ahora sí que va a ser complicado.
Entregamos nuestra felicidad a un futuro que ni siquiera conocemos, y nos creemos sabios y prudentes, sobre todo prudentes.
"Es mejor preparase para lo peor", me dijeron una vez, porque así si algo sale bien la alegría es mayor, y si sale mal... ya te lo esperabas, así que el dolor es algo más leve. Pesimistas pro.
Y te lo crees, llegas a creertelo. Aunque una duda siempre permanece en el fondo... Si pudiéramos prepararnos frente a los sentimientos, como si fueran caballos de batalla, ¿serían menos sentimientos? Nos convertiríamos en robots mecánicos, insulsos, estúpidos y fríos, muy, muy fríos. Pero, ¿puede ocurrir eso? ¿Podríamos liberarnos del miedo?
Qué prudentes creemos ser. Y no nos damos cuenta de que la vida es tan fácil como vivir el presente. El miedo no sirve de nada, sólo paraliza y obstaculiza la única misión que importa: ser feliz. Nadie dijo que el camino fuera fácil, ¿y qué? ¿No sería todo demasiado aburrido y monótono si fuera absolutamente perfecto e inalterable? Sólo debe haber miedo en cierta medida, a modo de aliciente para seguir luchando, para coger más fuerza, para avanzar y conseguir que los sueños sean realidad, y que la realidad sea mejor que los sueños.
No vale de nada despertar y pensar qué ocurrirá mañana, preparémonos para cómo queremos que sea hoy, y hagámoslo.
Que el futuro sirva solo para luchar hoy por lo que queremos. Metas, sueños, ilusiones. Impregnemos todo de eso, que al final es lo que merece la pena.
Yo hoy voy a ser feliz.

sábado, 7 de enero de 2012

Reír, vivir.

Cuántos regalos apilados en el suelo, sobre los zapatos. Le tiemblan hasta las legañas. Tiene 21 años y ni siquiera se acuerda, es niña otra vez. Quizá debería fingir que no está nerviosa, después de todo es madura y todas esas parafernalias que le gustan a los que han perdido la ilusión; pero no, esa mañana tampoco se acuerda de ninguno de esos peces que se olvidan del sentido de nadar.
Ahora, ¿cuál va a abrir primero? Otra indecisión. ¿Y si los abriera todos a la vez? ¿Y si no abriera ninguno para así al día siguiente volver a experimentar esa sorpresa? Pero claro, no sería igual, así que, ¿por qué no ir abriendo uno cada día hasta que se terminen? Y cuando se terminen, ¿qué? Hasta el año que viene, señorita.
Tiene que abrir uno, ¿cuál? ¡Éste! ¡Sin pensar! ¡Es un libro! Cómo la conocen... Podría haber estado en blanco y habría sido un acierto. ¿Qué es ella si no un libro que no cesa de escribirse? Blanco, blanco, como la nieve, pero aquí no nieva, solo a veces.
El segundo, el tercero, el cuarto, el quinto... Todos los papeles están desparramados por el suelo y ella... ella también. Se tira y se ríe. ¡Es una niña de 21 años! Sus mejillas están rojas y su corazón late repartiendo ilusión de vivir. Está claro, no nieva porque ella prefiere el calor, prefiere el verano, y ése si que saben traérselo aunque caigan copos.
Cuántos papeles apilados en el suelo, sobre los zapatos de tacón, y ella viste un pijama y unas zapatillas de peluche. ¿Serán dos? No, que no, las dos son una. Es una niña de 21 años. Y sigue riéndose.