lunes, 24 de agosto de 2015

Por la persona más valiente.

"No es fácil ser cronopio."
Lo dijo Cortázar hace no tanto, y bien sabía, creo yo, a lo que se refería.
Y es que tampoco es fácil ser flor, o pájaro-flor, o humano-pájaro-flor. -Sabría él también a qué me refiero.-

A veces hay desgarros tan grandes en la vida que no queda otra salida que aceptarlos como parte de ti. 
-Te has roto, sí, y esta grieta que tienes aquí te lo recordará siempre.- Me dijo la vida señalándome al corazón.

Lo curioso es que la herida no era mía, pero sí la cicatriz. Cuando alguien a quien quieres con lo más profundo de tu ser resulta herido, el alma se resiente y duele como si la herida pudiese ser compartida. -Ojalá...-
Para ser valiente, primero hay que tener miedo. Y yo lo he tenido, os lo aseguro. Y lo tengo. El miedo es como una especie de lapa, que una vez llega, extiende sus dominios por todo el cuerpo, y difícilmente acepta marcharse.

No sé si nos volvemos frágiles cuando queremos a alguien, pero si así es, no hay acto más puro que la fragilidad. Y estoy hablando de fragilidad, cuando debería estar haciéndolo de orgullo, fuerza y valor, que es lo que he aprendido de mi padre estos días.
Tampoco hasta ahora me había planteado realmente el poder que tienen las palabras. Pero cuando una de ellas es tan brutal, el mundo entero parece quedarse en silencio. 
Se puede temer a una palabra. Os lo prometo.

Por suerte, poco a poco el mundo volvió a emitir su melodía, y esa cruel palabra se perdió de nuevo entre el frenesí de las otras muchas, entre el ir y venir de la vida. 

Y ahora yo, cronopio-pájaro, flor-palabra, sencillamente yo, tan poca cosa, me siento fuerte y frágil a la vez, como nunca. La dualidad constante en mi vida de ser una niña, y una mujer. Un corazón que confía en seguir latiendo palabras, para que el mundo silencie los miedos, envuelva la crueldad, y mitifique los silencios. El poder de la poesía -aquélla que rinde tributo a la belleza- jamás me pareció tan necesario en un mundo tan lleno de palabras feas. 

Y ahora yo, decía, poeta, quizá, palabras, quizá, yo... escribo; lucho, siguiendo el ejemplo de la persona más valiente que he conocido y, probablemente conoceré: mi padre. Por él escribo. Por la vida. 
Y en un pequeño reducto, quizá, incluso, por qué no, por mí, que no soy más que una diminuta mano aferrándose a la suya...