jueves, 2 de junio de 2011

Te lo repetiré toda la vida...

Nunca esperas que la vida sea tan agradecida.
Simplemente vives pidiendo cada día que eso que tanto deseas llegue y te haga ver el mundo, aunque luego te das cuenta de que eso que tanto pides, cuando llega, se convierte en tu mundo.
No, nunca esperé que la vida fuera tan agradecida.
Simplemente vivía pidiendo algo que pensé que ni siquiera existía porque era, en mi imaginación, demasiado perfecto. Y después, cuando llegó, cuando mi deseo se hizo nombre propio, me di cuenta de que nada de lo que hubiera podido pedir llegaría ni siquiera a rozar lo que estaba hecho para mí, lo que está hecho para mí.
Cuánto imaginé, cuántas palabras fueron dichas pensando que jamás llegarían a ser oídas, y mucho menos por mí, en cuántas páginas de libros me refugié creyendo ser la protagonista, huyendo, deseando... Buscaba un mundo donde pudiera ser yo, donde abrir los ojos significase comenzar a soñar.
Y tanto pedir, tanto deseo albergó mi alma que al final la vida me brindó el mejor regalo que, como digo, jamás habría imaginado.
Muy lejos quedan las historias de amor narradas en páginas por autores desconocidos, muy lejos quedan las fantasías, incluso los deseos. Nada de eso se asemeja ni una milésima a la realidad que tengo, a esa persona que ha sabido traerme Vida a la vida, y que me ha enseñado a amar a fuego, a hielo, con el alma, con el cuerpo, con todo mi ser, que es suyo, toda yo, nada más, nada menos... Todo está en equilibrio cuando son sus manos las que me ayudan a caminar. Todo está en su sitio, como debe ser, como siempre debió ser y como debería ser, por primera vez.
Y no, no, nunca imaginé tanto... Ni siquiera, no... Nunca tuve la oportunidad de escribir tanto, y de no escribir a la vez. Porque es demasiado lo que tendría que relatar, y prefiero vivirlo, amarlo... prefiero vivirle, amarle, entregarle todo, igual que él hizo y hace conmigo.
Ahora sé que no me hace falta tanto saber, tanta razón, porque lo verdaderamente importante no reside en la cabeza, aunque adore la sintonía que adquiere con el corazón desde que él la supo escuchar; ahora sé que no me importa en exceso la opinión de los demás, que la vida no tiene frenos, sólo distintas velocidades que hay que saber llevar; ahora sé que hay un lugar donde nada más importa y no hay preocupaciones, y que ese lugar puede estar en cualquier parte, y sé, además, que hogar sólo hay uno, y ese son sus brazos y su pecho. Sé, sí, pero sobretodo siento.
No hace mucho que apareció en mi vida y sin embargo llevaba esperándole y conociéndole toda ella, y no hace falta decir que le brindo todo lo que me queda, todo, porque es suyo, y siempre lo fue, siempre lo fui. Siempre tuya.
También sé que aún nos quedan muchos kilómetros por hacer y muchas locuras por crear, y eso es la mayor oportunidad que me han dado nunca. Porque por primera vez tengo claro, si no el rumbo, al menos el sueño compartido hacia el que nos dirigimos los dos, y el rumbo, como el camino, se hace al andar, y nosotros lo viviremos, lo vivimos, día a día.
Como decía, nunca esperé que la vida fuera tan agradecida. Y soy yo ahora la que no puede parar de dar gracias... y de seguir pidiendo que, por favor, esto no sea un sueño, aunque si lo fuera, y él lo sabe tanto como yo, prefiero seguir durmiendo... toda la vida.

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