martes, 15 de febrero de 2011

Corre, corre, corre...

Llámalo como quieras. La sensación de estar en muchos sitios y en ninguno a la vez. El caminar por un laberinto que uno mismo ha ideado sin que se ocurra la brillante idea de buscar en el bolsillo del pantalón el plano. Jugar al parchís con todas las piezas sin distinguir ningún color y al mismo tiempo siendo el dado de mil colores. Ubicar la cabeza en el aire, flotar, y andar con pasos firmes, a la vez. Querer escribir y escribir, y no apetecer escribir, o sí, o no, depende. Corcheas, sol, la, si, do. Silencios. Do, re, mi, fa. Nadar sin agua. Toser el viento. Llenar el pañuelo de ideas rematadas, locas, efímeras. Coger el lapiz de labios para dejar el rouge sobre un espejo. Odiar rostros en fotos antiguas. No comprender, no conocer los ojos que salen en ellas. No hay reflejos, y menos mal. Suspiros de alivio. Suspiros de tener demasiado y nada... así, como este escrito, pero en la cabeza.
Y después llámame loca. Lo sé.

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