viernes, 21 de septiembre de 2012

Ella, tan grande.

Fue volviéndose cada vez más perfeccionista. Al principio publicaba todo lo que se le pasaba por la cabeza, pero después escogía, medía, confeccionaba y daba vida a sus textos. Una madre, eso es, era una madre. Además, una madre protectora. Se sentaba, y entonces sus textos quedaban resguardados para siempre en su corazón. No les dejaba marchar, ya eran suyos.
Como decía, fue evolucionando conforme el tiempo pasaba. De simples ideas espontáneas, surgieron las historias, los personajes, la pulcritud, el reflejo de toda una vida de lectura. También ella misma era un libro, un libro con millones de hojas en blanco por rellenar.
Llegó a ser tan perfeccionista que al final acabó suspirando poesía, y aspirando prosa.
Una madre, un libro... palabras.
Todavía está viva, por supuesto, incluso está acompañándome ahora mismo.
La Escritura no morirá nunca, pero -dice- para eso nos necesita a nosotros.


2 comentarios:

  1. La escritura vivirá siempre en cada letras escrita, en cada palabra pensada y apuntada en un retal de papel, en cada pensamiento fijado en la memoria y contado a través de la mirada. No, ella, no morirá mientras quede un pliego de papel en blanco e ilusión por las letras.

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  2. Ha sido un auténtico placer perderme entre las letras de tu blog, entre tus letras.... :-)

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