miércoles, 22 de agosto de 2012

Vidas.

Cada persona tiene una historia diferente, su novela particular. Andamos por la calle pensando en que nuestra vida es única, que nadie más piensa, siente, o vive lo mismo que nosotros, pero se nos olvida que precisamente por eso es tan atrayente el universo.

La señora de la acera de enfrente camina deprisa. Su marido hace tiempo que no la mira, y las caricias, ¡dónde estarán ya esas aliadas! Sintiéndose vacía, incompleta, inútil, camina deprisa porque desea que la vida pase a la misma velocidad. Tiene el pelo despeinado, y camufla su pijama,  ese que se ha puesto para salir corriendo de casa, bajo un abrigo enorme, rojo. A él antes le gustaba el rojo. Antes. Nadie que se cruza con ella sabe cómo se llama, ni se para a mirar la hinchazón de sus ojos, el cansancio de su piel, el tedio de sus labios. Ella sigue caminando deprisa, sin saber a dónde va, sólo deprisa, deprisa, que todo pase deprisa.

Un hombre se choca con la mujer de rojo. Perdón, le dice con una voz tímida pero grave. Ella no se ha parado ni un momento, parece que tiene prisa, piensa él, como todo el mundo en esta ciudad. El hombre, al contrario, avanza a pasos lentos, observa todo lo que le rodea. Cuántas veces habría visto el agua deslizarse sobre la fuente con forma de mundo de Plaza España, y sin embargo sólo ahora comprende que ese mundo es su mundo, sobre el que él camina, y le parece precioso. Sonríe débilmente. Como en un impulso hunde sus manos en la fuente y se moja la cara, el pelo, salpica a los que se le acercan. Aunque el médico le hubiera dicho que el cáncer le iba a dejar pocos meses más de vida, fue justo a partir de ese momento, hacía ya diez minutos, cuando él había empezado a vivir.

Una mujer que camina por Plaza España se ve salpicada por el agua que está tirando un loco. Acaba de salir de la peluquería y se pone de malhumor. Piensa en advertirle a ese tarado de que si sigue así, no sólo llamará a la policía, sino que le pagará su peinado, pero tiene otros asuntos más importantes que atender. El móvil suena estridente dentro de su bolsillo, ya llega tarde. Cuando por fin finaliza la melodía, el móvil del otro bolsillo comienza a entonar la suya. No van a dejarme en paz, piensa, voy todo lo rápido que puedo. Por fin llega al despacho donde todos están reunidos, y abre su maletín. En él hay cantidad de folios perfectamente ordenados y divididos en carpetas y subcarpetas. Comienza a repartirlos y su voz carismática resuena entre las cuatro paredes. Ella se siente enorme, todos la miran. Cuando camina por la sala sin parar de hablar, su vista se posa sobre la mesa, y en ella ve un marco con una foto de familia, una instantánea donde hay una niña pequeña con dos coletas despeinadas, un hombre atractivo cogiéndola en brazos, y una mujer, despeinada también, abrazada a ese hombre. Qué raro, piensa, hacía tres años de aquéllo, y no entiende cómo pudo salir en la foto sin peinar. Mueve la cabeza, sacándose ese recuerdo de la cabeza, y continúa con su vida de negocios, mientras el segundo móvil sigue sonando por última vez en el bolsillo, intentando que la mujer sin peinar de hace tres años regrese en vano a casa con su familia.

Un chico joven atiende a su jefa sin pestañear. Está deseando que termine para poder marcharse. Su chica le está esperando en el parque de abajo, y tiene unas ganas locas de llegar para besarla de nuevo. Ha conseguido ascender rápido en la empresa, dentro de poco comprará una casita con jardín y se irá a vivir allí con su novia, su perro, y quién sabe, quizá con algún habitante más dentro de poco. Siente que le palpita el corazón, o la caja que lleva dentro del bolsillo interior, o las dos cosas. El anillo no es de los más caros, pero eso seguro que a ella no le importa. Lo más importante es lo que van a compartir, lo que simboliza ese anillo, el amor que se profesan, el amor de su vida. Llevaba tiempo queriéndolo hacer, y por fin ha reunido el valor, o el momento, o las dos cosas. Por fin su jefa da por terminada la sesión, y él sale corriendo a la calle, lleno de vida, lleno de presente, rebosante de futuro. Ella está allí, sonriendo, como siempre, y juntos, de la mano, se ríen de ese loco que salpica agua a las personas en la fuente de Plaza España.


2 comentarios:

  1. Vidas....pedazos anónimos de tiempo, tejidos en el propio tiempo, que van y vienen sin apenas detenerse para no interrumpir la labor de esas agujas que hilvanan sus historias. Vidas.....

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