viernes, 30 de noviembre de 2012

Un día más.

Es mi manera de evadirme, de dejarme ir, de dejar de ser, aquí y ahora, no ser, ¿no soy?
Hoy tocan palabras que son enredos, y enredos que no saben cómo convertirse en palabras. ¿Cuánto de mí hay en estas frases? ¿Cuánto de ti, que no quiero, hay en mí? ¡Nada!
Somos libres de escoger nuestra vida. Somos independientes para decidir qué hacer con ella. Unos deciden, otros tiran por tierra. Y lo peor, van dejando semillas que siembran lo que después los demás hemos de cortar...
Desaparecer. Por un breve lapso de tiempo, deteniéndolo, haciendo que no suene el reloj. Olvidar el estado de alarma. Simplemente flotar... Respirar sin miedo... Dejar que las cuerdas que atan mi cuerpo se liberen, y notar cómo el corazón me da las gracias con latidos... Y oír solamente eso, sólo eso... el corazón. Paso demasiado tiempo haciéndole caso a la cabeza, y ese no es mi signo de identidad.
Podría preguntar por qué, pero, ¿de qué valdría? Ni siquiera ya deseo respuestas, sólo nuevas esperanzas. Quiero luz y calor para los que sólo son luz y calor... ¿Puede quizá olvidarse esto? No... Pero no, no quiero respuestas. ¡Quiero caminos que lleven a alguna parte! Quiero oír cómo el río fluye a través del sendero, claro, limpio, quiero oír los pájaros, sentir los rayos del sol, la paz. Y no esta oscuridad repleta de peligros que amenaza a cada segundo con explotar en un negro absoluto. Las estrellas tiemblan... ni ellas saben ya qué es lo que deben alumbrar. Y sin embargo, siguen. Si su luz se extingue parcialmente, luchan por recuperarla, y ciertamente consiguen más de la que ya poseían, a pesar del miedo, a pesar de ese cielo triste donde las han colocado...
¡Quiero mi cielo! Mis alas, mis nubes, mi fe. Por entero. A un guerrero le gusta su espada, pero no usarla día tras día, día tras día...
Quiero... quiero... con el alma. Esa sí soy yo: alma.

                                              Fotografía por Marta García López©

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