sábado, 9 de julio de 2011

Coser y... escribir.

El otro día leí, no recuerdo si en un blog, o en un libro (leer tanto causa pérdidas, que no os engañen) la palabra "enhebrar". Y pensé en una niña que cosía y cosía, dedicando toda su vida a ello por culpa de una madrastra malvada que en el fondo le tenía envidia por su belleza (la cual, como ya se imaginarán a estas alturas, quedaba plasmada en los tejidos que noche tras noche creaba) Y es que cuando la niña enhebraba el hilo... lo demás era, como dice mi madre, coser y cantar.
También pensé en aquél conferenciante que un día llegó a la facultad olvidándosele en casa la oratoria, que ya no digo la retórica (porque además rima, y eso queda muy mal en prosa, las reglas son las reglas) Y recordé cómo hablaba sin parar, clavando sus ojos pequeños y desgastados en una cantidad demasiado larga de folios (incluso infinita, oí decir detrás de mí) El catedrático de, ni más ni menos, Filosofía, enhebraba palabras como quien acude a un concierto de Black Eyed Peas en busca de paz. Pero, eso sí, los aplausos finales no faltaron, que para eso era el buen señor catedrático, y profesor, y había estudiado un montón de autores.
Después me acordé de mi madre cuando me enseñó a enhebrar el hilo en un intento frustrado de que aprendiese a coser, y me vino a la mente también mi profesora Yolanda de Literatura e Historia, que siempre creyó en que a pesar de no saber coser, podía escribir y crear telas de esas que no se olvidan.
En fin, que ahí me encontraba yo, leyendo lo que fuese, estancada en aquella palabra tan evocadora. Y es que leer, y escribir, causa pérdidas, pero parece ser que también el doble de ganancias.

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