sábado, 21 de septiembre de 2013

Reflexiones...

Soy de esa clase de personas que admira la Belleza.

Vivimos en un mundo entregado al placer visceral, amarillo, sucio y feo. Observamos cómo las personas se dañan unas a otras -física y psicológicamente- cada vez con más parsimonia, con más indiferencia. La sangre no nos asusta. El dolor, más que conmovernos, nos atrae. Los insultos son condimentos para el interés. El cuerpo es sólo ya, sin más, cuerpo. Las mujeres, lejos de defender su independencia, se entregan a la figura idealizada, estática, y absurda, de un mero modelo físico sin nada que decir. Los hombres, lejos de contribuir a la evolución, se contentan con admirar las curvas de lo que en el fondo es sólo una línea plana, obsoleta, vacua. Y en conjunto, ambos, idolatran el aparato de la desolación, ese aparato que vende basura, violencia, fealdad, como si fuera aire: la televisión.
Y frente a esto, ¿hay nada? ¿Dónde está la Belleza? Parece olvidada, relegada a guardar espacio en un cajón que nadie abre.
Pero yo, que tiendo normalmente a llevarle la contraria a todo lo asentado -de algo habría de valerme tanta filosofía- me siento aquí, frente a este ordenador, y pienso... ¡Cómo no va a existir la Belleza! ¡Claro que existe! Por encima de mí, por encima de la televisión, por encima de este tiempo y de este espacio, la Belleza existe por encima de todos nosotros.
A modo de concepto universal, la Belleza, casi platónica, existe más allá de nosotros. Creemos -inocentes- que sólo hay Belleza si existe algo bello. Y sin embargo, ¿dejaría de ser bella una rosa si nadie viera cómo nace y florece?
La Belleza, así como yo la entiendo, va más allá de nuestra percepción, y nosotros, humildes, sólo podemos participar de ella enganchados a la tabla de supervivencia que nos brinda el Arte. Es esa conexión mágica, casi mística, la que nos permite crear Belleza (entendida, en todo momento, como una existencia positiva)
A lo largo de la historia, ¡cuántos han ofrecido al mundo su creación artística, y participado así de la Belleza! Participar de este atributo casi divino no exige que el objeto creado sea bello o no, ¡yo hablo de otra cosa! Hablo de la intención de hacer de este mundo un lugar más bello, mejor, ¡un mundo artístico!
No importa que Duchamp crease o no un objeto bello con su urinario, ni siquiera me refiero aquí a por qué ha llegado o no a considerarse una obra de arte institucionalmente, lo esencial es que deseó crear, deseó cambiar algo, deseó participar de algo denominado Belleza, de algo que nos permite convertirnos en creadores, ¡generó una nueva parcela de mundo artístico!
Y nosotros, que somos enanos, sólo creando conseguimos, durante un segundo, ver como ven los gigantes, antes de volver a adecuar la vista a nuestra altura.

En definitiva, la Belleza existe, y el Arte, nuestro salvavidas, nos permite acercarnos a Ella por medio de la creación. No importa que sea Música, Pintura, Poesía, Prosa... ¡Ni de qué tipo! Siempre han existido Formas de romper la realidad, de crearla, de moldearla, ¡de otorgarle color!

Nunca podrá hablarse de rendición mientras exista Arte. Y por tanto, nunca podrá hablarse de rendición mientras existan personas dispuestas a hacer de este mundo un lugar... bello. Yo, al menos, creo en ello, y defiendo que una de las mejores partes de la vida reside en el misterio de creer y crear.

Y por suerte, aunque cada vez menos, siempre habrá espíritus dispuestos a convertir una rosa en una rosa eterna.



Creo también que existen más caminos de acercamiento a la Belleza, el más claro es el Amor. Sin embargo, eso daría pie a una nueva reflexión.

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