martes, 22 de enero de 2013

Mentiras.

Personas que presumen de grandes corazones, adolecen de pequeñas almas. Comprobado. Y es que cuánto mejor callar y demostrar, que hablar y seguir hablando. 
No entiendo esta afición del hombre por presumir, por hablar en abundancia de lo que en realidad carece. Palabras, palabras. Cuántas cosas podemos hacer con ellas, cuántas... Yo siempre he dicho que deben ir acompañadas de hechos. Incluso en el arte. Un libro: infinitud de palabras que se traducen en hechos en nuestras soñadoras mentes. Pero esta es otra dimensión. La realidad nos lleva al campo de la comprobación. Si afirmas ser alto, y mides un metro cuarenta con cincuenta años, las palabras se convierten en mentira, se vacían, mueren. Sin embargo, quien vive viviendo, podrá morir cerrando su propio libro. 
Vivir viviendo... ¡claro! No es ninguna redundancia, se trata de algo trascendental. ¿Cuántos viven... sin vivir? ¿Cuántos acompañan sus días de melodías huecas, de mentiras que sólo son analgésicos para la verdad? Y es que, puede ser, se habla tanto porque callar a veces duele. Reflexionar, quizá cambiar, ¡les resulta tan pesado! ¡Supone tan enorme carga para el corazón! Así que siguen envenenándole con placebos, mientras él entre sístole y diástole, suspira y reza. 
Es fruto de un estudio, que cuanto más se miente, más se aceptan las mentiras como verdades. Tal es así que aquél que decíamos que se creía alto, llegó a presentarse a un concurso de modelos. El resultado fue lo que todos sabemos... 
La tinta de sus bolígrafos es invisible, por eso ni ellos mismos lo ven. Nada puede escribirse, nada puede rozar el alma, si ni siquiera invertimos tiempo en conocerla. Es de valientes mirar dentro de uno mismo, a sabiendas de que es muy probable que haya cosas que no van a gustarnos. Por eso es importante hacerlo, se crea una oportunidad de cambio, y a la vez se genera una sensación de paz por vernos tal cual somos, por llegar a aceptarnos así. Sólo hay que abrir los ojos. 
Y es que cuando uno miente, a quien más engaña es a sí mismo. 



1 comentario:

  1. Muy buena reflexión; la comparto totalmente.
    El problema de la mentira no es que te hayan (o te hayas) mentido, es que no se puede volver a confiar en quien te miente (aunque sea uno mismo).
    Besos.

    ResponderEliminar