lunes, 22 de agosto de 2011

Tormenta.

Tiene ganas de llorar. Es el olor, o quizá las mismas paredes, en cualquier caso da igual, lo siente y ya está. Recuerda momentos, palabras, pero sobre todo una época.
Abre la ventana y respira el viento de fuera. Hay tormenta. Qué símil más literario y a la vez tan feo. Cuánto gris.
- Supongo que hacía más calor del que debía.
Y como respuesta obtiene un relámpago seguido de un trueno.
¿A veces no parecen incluso bellos esos destellos de luz cuando todo está oscuro? Claro que sí. Tanto que a veces se olvida que en realidad hay que ponerse a cubierto.
Sigue en la ventana, pero ahora el viento arrastra consigo hojas y ya algunas gotas. Le encanta ese olor. Ese sí. Y también el otro, aunque un aguijonazo le atraviesa cada vez que descubre su propia mentira.
Por un momento mira hacia atrás y se da cuenta de que, menos mal, ha dejado el corazón resguardado dentro. Las gotas le salpican la cara y le revuelven el pelo. Sigue teniendo ganas de llorar, pero es sólo una sensación, una vaga melancolía de lluvia, piensa...
De repente los nervios le hacen presa y, con conciencia tardía, descubre que en realidad la tormenta está allí mismo, dentro, y que no hay más resguardo posible para su corazón. Después de todo es el propio mundo. Sí... ¿Y cómo podría protegerlo del mundo?

1 comentario:

  1. Wow es precioso... me encanta, escribes maravillosamente ;)
    Un saludo =)

    ResponderEliminar