Primero el
camello, la carga, el estúpido caminar sin sentido, preso de uno mismo y de lo
mismo de todos, arrastrando los pasos. Ahora bien, recordad cuánto aguanta el
camello sin beber, sin acercarse a la fuente <<de la vida>>.
-¿A qué
te sabe el agua?
-A nada.
- ¿A qué te sabe la vida?
¡Camello!
Después el
león, con sus dientes de diamante, y su corazón de talco. Cómo ruge… Cómo ataca
con furia al camello; cómo cree poder con todo; cómo, al final, sólo está mordiendo
un espejo. Luchas con fuerza pero, ¿por
qué luchas? ¿Por qué…? León… Demasiado grande para una presa tan pequeña...:
tú mismo.
Y, por último,
el niño. Ese que juega, que olvida, que… vive. Y vive porque no le tiene miedo
a la muerte –ni a la vida-. Y vive porque sus pequeñas manos aún no han tenido
que aprender a soltar, despedirse, <<ser>> -ser como definición
impuesta, el niño “sólo” es, “sólo” vive… ¡libre!-
¿Quién no querría ser niño siendo
adulto? A pesar de que el niño ni siquiera sabe qué es ser niño. ¡Qué injusto!
Y sin embargo, por eso precisamente su valor es incalculable.
Es tierno aludir a una etapa de
la que apenas se tienen recuerdos… Porque el niño vive viviendo. ¿Para qué iba,
entonces, a valerle el rencor? Y aún así, no todo lo olvida. Y la vida no le
olvida a él.
¿Hemos
olvidado la vida? ¿Cuándo comenzamos a olvidar? ¿Cuándo comenzamos a dar
prioridad a recuerdos que nos imponen, formas de ser que nos imponen, vidas que
nos imponen?
¿Alguna vez has pensado en ti?
Sólo en ti. En TU vida. ¿Y has sentido, en ese momento único, inolvidable, que
estás viviendo? Porque tú, y sólo tú, sabes, sientes, notas, que estás
viviendo. Nadie más puede vivir por ti. Es la primera regla de la vida,
¡después de aquélla que nos dice que… vivamos!
¿Cómo hemos podido olvidar vivir?
Una poesía, un beso, una
inspiración… Y el libro de tu vida. ¡No hay más autor que tú! ¿Qué género
prefieres…? Así de bella es la vida que otorga total libertad al escritor. Y tu
letra grabará sus formas en los pliegues y páginas de tus ojos, y ese será tu
libro: tú.
Libro y autor unidos en una total
simbiosis. ¡Qué enorme sueño…! Y sin embargo todavía los hay que se niegan a
soñar, tan apegados están al falso despertar del asfalto.
Y creen que no hubo jamás mejores
notas musicales que los claxons, ni mejor beso que aquél que se manda por una
red social.
Ciegos con los ojos muy abiertos,
así somos, no, así existimos.
Ya lo dijo Oscar Wilde: Pocos
viven, la mayoría sólo existe.
Y tú, ¿estás vivo?
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